El autoengaño
Uno de los conceptos que más me gusta machacar a mis clientes de consultoría es evitar a toda costa el autoengaño. El autoengaño es esa costumbre que tenemos de creer que las cosas son como nosotros queremos y no como son.
El autoengaño es costosísimo, nos hace perder cuando menos, dos bienes muy perecederos y escasos: el tiempo y el dinero.
Tras el fracaso en el Congreso de los Diputados de los Presupuestos Generales del Estado (por razones fuera del ámbito económico pero en cambio, por razones totalmente políticas), este concepto del autoengaño se nos viene con fuerza a la cabeza.
En estos días recibíamos en clase al empresario de Ourense, perteneciente al sector del pescado, Odilo Rodríguez, autor del libro “Más fuerte que el hambre”. Explicaba Odilo a mis alumnos la clara visión que le guió, desde un principio, desde su más temprana juventud, a la hora de decidir de qué manera encaminar su proyecto empresarial y de vida. Como si fuera una cuestión de sincronías, hoy este concepto se hace real y palpable, para reflexionar sobre esa aparentemente conservadora mentalidad ourensana. Una mentalidad en la que para mí, sin embargo, debemos rescatar toda una lección de olfato, instinto y sentido de la responsabilidad. Debemos asumir con seriedad aquello de lo que nos hacemos responsables cuando planeamos nuestras estrategias.
No es posible embarcar recursos, personas, proyectos empresariales y mucho menos proyectos de país sobre otras bases que no sean las de la certeza de hacia dónde nos conducen nuestras acciones y como decía Odilo, poder confiar plenamente en nuestras empresas y muy importante, en nuestros socios, que no son otros que nuestros compañeros en ese viaje.
Ir a ciegas supone un ejercicio en el que nos decimos mentiras y perdemos un tiempo valioso. Al final el país sale adelante a costas de quienes producen, quienes apuestan en firme y con un norte claro. En definitiva, los que creemos en trabajar en la circunstancia y el contexto que sea, con objetivos ciertos.