Patentes
Una de mis ocupaciones favoritas es la de contabilizar la presencia femenina en todo cuanto pueda ser cuantificable. Desde un simple evento, congreso, jornada o premio hasta los índices femeninos en los distintos sectores económicos, los colegios profesionales, las directivas de las empresas y, si me apura, hasta en las comunidades de vecinos.
Esto de dedicarle una columna semanal a la igualdad de sexos, ha hecho que me fije en todo, incluso ahí donde nadie, o casi nadie, pone el ojo. Pues me llamó mucho la atención la información publicada recientemente sobre las patentes. Es posible que usted, como yo, no le demos mucha importancia a este asunto que nos hace pensar más en el pasado que en el presente. Cuando se hacían grandes descubrimientos o invenciones que cambiaban de manera drástica la vida de las personas. Pero lo cierto es que las patentes y la propiedad industrial son el reflejo de la capacidad creativa de un país y, por tanto, de su competitividad industrial. Nada baladí.
Bueno, a lo mío. Resulta que un reciente informe americano (es decir USA) dirigido por investigadores de reconocido prestigio (Universidad de Yale) realizó un estudio sobre cerca de tres millones de patentes, (por el número ya podemos entender por qué USA es una potencia). Los investigadores querían saber si existía algún elemento de sesgo de sexos entre las solicitudes presentadas por hombres y mujeres.
El resultado les demostró que de cada 10 solicitudes de patentes presentadas sólo una estaba firmada por una mujer.
En aras del rigor científico, los investigadores idearon un sistema que escondiera el género de los firmantes para demostrar la discriminación por sexos en la evaluación de las solicitudes.
Formaron cuatro grupos. El primero con peticiones de patentes firmadas por hombres con nombres claramente masculinos.El segundo con patentes firmadas por mujeres con nombres comunes como Rosa o María. Y otros dos grupos con patentes masculinas y femeninas, pero firmadas por nombres confusos en cuanto a su género: Alex, Jessie o Andrea.
El resultado fue el que los investigadores sospechaban. Los nombres femeninos comunes tienen muchas más posibilidades de que la patente sea excluida. Pero en aquellas solicitudes femeninas con nombres raros, la brecha con los hombres se reducía de manera radical. Además, las patentes de mujeres con nombres que esconden su sexo son citadas hasta un 20% más que las de los inventores. Se confirmaba así la idea de que los evaluadores al no detectar de manera clara el género actuaban de manera más equitativa
Las patentes son un incentivo claro a la investigación y son un reconocimiento clave a la sociedad del conocimiento. Sin embargo en España las patentes femeninas suponen un número irrelevante en comparación a las masculinas. Lo peor es que lleva siendo así desde hace medio siglo.
En la última década se presentaron en España 12.759 solicitudes de patentes. Sólo 1.026 fueron de mujeres. Tal vez el mundo científico y la Oficina Española de Patentes y Marcas deberían llamar a los investigadores de Yale para pedir socorro.