Mujeres rurales
Nací en una gran ciudad y vivo en una aldea. Seguramente es el camino inverso al que recorre la mayoría… El desarrollo económico actúa como un auténtico imán atrayendo a las ciudades y a sus periferias a los jóvenes, dejando las aldeas bajo mínimos. Se quedan los que no quieren alejarse del sitio que les vio nacer. O los que, como yo, estamos dispuestos a cambiar bosques, montes y campo por asfalto.
Mi vecina es una mujer rural. Ella maneja el tractor, siembra pastos, maíz, patatas. Es ella la que se ocupa de los animales, la veo trabajar desde primera hora y hasta que anochece, plantar, abonar, sulfatar, recoger, limpiar y sachar.
Trabaja sola, sólo la acompaña un chucho que corre detrás del tractor. Seguramente esta mujer no sabe lo que son las redes sociales (o sí), probablemente tampoco conoce lo que es un convenio colectivo. A veces algún hijo ayuda el fin de semana.
Esta semana las mujeres del campo tuvieron su día, el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Y pensé en ella. Luego una amiga me comentó: “pero bueno, tu vecina tiene un tractor...mi abuela iba caminando con un cesto en la cabeza durante kilómetros para ir a la plaza de Compostela a vender sus verduras, tuvo 9 hijos, eso sí era un sacrificio, eran otros tiempos...”
En todo el mundo son millones las mujeres que se ocupan del oficio más elemental y básico para nuestra subsistencia, trabajar la tierra. Millones que casi siempre han formado parte de un ejército invisible, sin galones, ni medallas. Millones que en buena parte del planeta no forman parte de las estadísticas, no figuran en la seguridad social, trabajadoras silenciosas, sin horarios ni sueldo.
Cierto es que las cosas en Europa y en España han cambiado. Allí donde había bueyes ahora hay tractores. Por mucho que se la demonice la PAC, (Política Agraria Común) cambió de manera drástica la realidad del campo en Europa. Pero lo que no hizo (tampoco era su cometido) fue reconocer el papel ocupado por las mujeres rurales durante la historia.
¿Estamos en deuda con las mujeres del campo? Sin duda. Si tuviésemos que hacer un listado de los sectores con más desigualdades entre hombre y mujeres creo que el rural encabezaría el ranking. Como mi vecina, trabajan duro y cuando entran en casa siguen trabajando. La frontera entre las labores agrícolas y las domésticas es casi invisible. Sin voz, sin cargos. El 50% de las cooperativas en Galicia están formadas por mujeres pero sólo el 12% de los cargos de dirección son femeninos. ¿Y las presidencias? El 2% de las cooperativas cuenta con una presidenta.
Este nos es un techo de cristal, es hormigón armado.